
El mismo local,
repetida oscuridad y sonoridad
que entre humo y luces de neón,
fantasean las facciones de un rostro
que le hace temblar y perder la noción.
Siente acelerarse sus latidos
al tiempo que
sometido por una fuerza atractiva
se aproxima hacia ella,
necesita comprobar su identidad.
La expectación
se anuda a sus músculos,
sus movimientos parecen bloqueados,
le cuesta respirar.
Vuela la imaginación
y contempla desde la altura
la distancia entre los dos,
un río de lava
que acompasa su movimiento
con el ritmo reinante cada momento.
Dos metros.
Vuelven los recuerdos
y algo de dolor nace muy adentro.
Un metro.
Gotas de sudor recorren su espalda.
Suspira al tiempo que mueve la cabeza,
intenta valorar su situación,
pero el pasado baila ahora en su interior.
Ella saliendo de la habitación, la última vez.
No puede hacer nada.
Su melena danzando ante él.
Risas en la cama, olor suave a jabón.
Movimientos de cadera.
Fuerte tentación
que siempre acababa en pasión.
Los acordes perforan su razón.
Un abismo.
Cambio de tempo,
confabulación de la música con la ocasión.
Ella comienza a girar, todo va a acabar.
El corazón a punto de estallar.
¿Sueño o realidad?
Sueño y realidad,
imposibles de separar,
ambos necesarios para trazar el final,
ese que no llega,
que deja de ocurrir antes de existir,
y en cuya ausencia
se sustenta el presente.
El final,
la vida antes de empezar,
cuando la acción
hace tiempo ya que comenzó.
La vida,
una música que no deja de sonar.
(S_gg)
(de fondo, Rihanna - Don´t stop the music)