lunes, 2 de febrero de 2009

One way, wrong way


La media noche la había pasado hacía tres horas de distancia, y ahora, sentada en el pasillo de su casa, iluminada únicamente la estancia por el rojo que quema el tabaco contenido en un pitillo, pensaba, como si estuviera en un bar de carretera, sosteniendo uno de esos whiskies baratos que sirven en vasos sin fondo, que tenía muchas cosas en que pensar, pero sin hacerlo de ninguna de ellas…

Las carreteras son infinitas, los cruces de caminos inoportunos, como las dudas en los momentos importantes de la vida, en aquellos que exigen una decisión, elegir la dirección en que conduciremos, dando igual que pensemos que las señales de tráfico que sentencian “one way” deberían continuarse con otras dos palabras “wrong way”.

“Otro cigarro, esta noche acabaré por llenar mi vida de cenizas” pensó, “puta realidad, es mentira eso de que nosotros escribimos el guión”. Se acercó a la ventana, una calle estrecha mal iluminada se interponía entre ella y el bloque contiguo. Persianas bajadas y una farola que lucía seleccionando momentos eran el único atrezzo de su escena, tan ambicioso como la perspectiva con que miraba su futuro.

Quería música, necesita movimiento, aunque últimamente bailar sola se había convertido en una costumbre. Tardó unos segundos en encontrar aquella canción de ritmo tejano aunque letra no forastera en el reproductor de bolsillo, que por varias veces la susurró a sus oídos.

Un último trago fue necesario y suficiente para hacerlo, necesitaba sentir en su garganta el mismo fuego que hacía arder su presente. Cogió las llaves, se puso la chupa reservada para los días sin ganas de vestirse de chica y recorrió, sin saber si sería la última vez, un camino que conocía bien.

La puerta del portal estaba abierta y con mayor apremio que el tiempo, alcanzó la última parada de aquella noche. Tocó el timbre y la impaciencia le hizo golpear la puerta un par de veces. Esta se abrió.

“No hay palabras”, dijo. No pudo evitar apartar la mirada, sabía que de otra forma, aquellos ojos que ante ella buscaban una explicación le golpearían con una mirada tan intensa que acabaría por derrumbarla. “Dilo”, ese imperativo la dejó fuera de juego. “¿Qué quieres que diga?” fue lo único que consiguieron esbozar sus labios. Fue entonces cuando una mano comprensiva alcanzó la suya, un suave roce con sus dedos eligió el camino opuesto a la gravedad hasta alcanzar su mentón, animándola a levantar la cabeza, al encuentro de sus ojos. “Sólo tengo un puñado de sueños, que a ratos se quiebran en trizas, y un sentimiento muy fuerte que lleva tu nombre. No es mucho, pero también puedo ofrecerte abrazos infinitos y viajes a la luna cada noche. Además sé curar con besos las heridas y como compañera, mi lealtad no tiene límite”.

El recorrido de aquella noche lo anduvo tantas otras veces que es imposible enumerarlas. Desde entonces supo que sólo aquello que nos negamos, que no nos permitimos sentir o vivir es imposible.

(Soraya_GG)
("One way, wrong way" en lenguaje no forastero, como digo en el texto, equivale a "dirección única, dirección equivocada")






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