viernes, 4 de julio de 2008

Unos cuantos momentos y yo


Se sumaron todos los ruidos y ya sólo se escuchaba la oquedad que alberga siempre al silencio. No había nada. Tampoco nadie, tal vez ni siquiera yo. El sol estaba a punto de morir, como cada noche, y yo, a punto de salir a tomar una copa, en su memoria. Pero aún perduraba el cadalso que, en honor no sé a qué, parecía prolongarse más de lo habitual, dejando que sus rojos y morados jugasen libremente a ser aurora boreal en la pared.

Sentada en el suelo, para no perder el contacto con la realidad, fumaba, para perderme siguiendo las caprichosas formas que adoptaba el humo, que inevitablemente evocaban en mi mente ángulos imprudentes que nombres para siempre ya ausentes habían dibujado sobre el colchón.

Y ahí estábamos, una vez más, perdidos entre cóncavos y convexos, yo y unos cuantos momentos, entendiendo que las cosas ya no son lo que eran, pero que son lo que son.

(Soraya_GG)
(Escuchando una canción casi ya por mí olvidada con la que tropecé hace un par de días gracias a Iraultza, How you see the world, de Coldplay)


jueves, 3 de julio de 2008

Ese nuevo mundo tuyo


Todas las olas del mar
tienen por puerto tus labios
y yo, que en ellos atraco mis deseos,
los tomo por destino
y me dejo conquistar por su tierra,
tu tierra,
para descubrir un nuevo mundo,
el tuyo,
que por bandera lleva el calor de un suspiro
y como himno, la realidad desgarrada,
la fuerza de un amor no contenido,
que no se da por vencido,
que no se ahoga en las tormentas de la vida,
ni marchita a su deriva,
pues aunque no entiende de nortes ni estes,
tiene rumbo,
uno siempre fijo en el presente,
en ese que incapaz de aguantarse,
inaugura días y días,
que brillan cada vez más
gracias a la alegría contenida en las esquinas
de ese nuevo mundo tuyo
hecho a mi medida.

(Soraya_GG)

miércoles, 2 de julio de 2008

Suspiros pares



Ella hablaba de barcos y mares,
también de faros a veces,
y pintaba con sus palabras verdes campos
que atravesaba a caballo,
espada en mano,
defendiendo sueños imposibles.

Él sólo escuchaba sus palabras pares,
porque mientras pronunciaba las que no lo eran,
esas que poco saben de rimas asonantes o consonantes,
acariciaba con su imaginación aquellos pedazos de su piel
que tan inalcanzables permanecían aún.

Y así, mientras recorrían distintos lares,
luchando en batallas tan alejadas,
acababan siempre por encontrarse en una mirada,
una en la que ambos se sentían vencidos,
derrotados y desarmados,
para acabar desvestidos contando suspiros
en su mundo compartido.

(Soraya_GG)