sábado, 7 de marzo de 2009

MO CUSHA


Mi vigésimo cuarto cumpleaños coincide con su quinto mes y el tercero que pasamos juntas. Desde el primero de los días compartidos, fue alegría para mí, y su compañía, una razón más por la que sonreír.

De ella, qué decir, le encantan mis calcetines de colores y los yogures de todos los sabores. Se entretiene jugando con mis despistes para robar los peluches de mi cama, pero es mucho más que eso lo que ha hecho suyo. Es ya parte de mí, Mo Cusha.

Se llama Asia, que en un dialecto árabe significa Medicina (igualmente, uno de los principales motivos de felicidad en mi vida).


(Soraya_GG)



lunes, 16 de febrero de 2009

Amapolas, lavanda y viento




Me gusta ese lugar. Algún día iremos allí, pero antes quiero que lo imagines, quiero que cuando lo dibujes en tu mente no temas derrochar color, ni tampoco olores o sonidos. Empezaré por estos últimos.

Allí se escuchan… espera, debes cerrar los ojos, sólo escucha mi voz… creo que esta será la vez que más cerca de mí estés… disculpa, ya continúo, como decía, allí los sonidos abundan y la causa de casi todos ellos es el viento. Este imprime aleatoriedad a la posición de las hojas de los árboles que se mueven susurrantes, confesoras de recuerdos a veces, entrometidas otras en los momentos de desasosiego, de dudas pero siempre delicadas y en armonía.

Los árboles no abundan, no impiden contemplar el horizonte ni lo sesgan. Estos se localizan próximos a las casas dispuestas previamente a este claro, a este lugar alejado de olor a combustible, de relojes apresurados, del gris que pinta las fachadas de los edificios los días de lluvia, un espacio delicado que recuerda que en nuestro interior la paz siempre dispone de un reservado. Pero hay un árbol que se aleja de los demás, no mucho, no más de una canción. Lo suficiente como para poder cultivar un mundo de sueños a su alrededor, dejando a la fantasía hacer mientras permanecemos echados en la sombra que nos regala.

El viento, que quizá sea más una brisa, arrastra el espíritu una vez relajado nuestro sentido y juega a mezclarlo con el violeta que cubre la tierra, de una intensidad sólo igualada por el aroma, que es capaz de embriagar. Quizá ya imagines que las responsables de tal delirio para los sentidos sean lavandas. Estás se extienden hasta donde alcanza la mirada sólo compartiendo protagonismo con grupos de amapolas, que en su contraste con el tono violeta que predomina, evocan esos momentos tan vitales, tan nuestros y tan intensos que guardamos para nosotros y de los que nunca hablamos, ya que las palabras no son suficiente para expresar su medida, su desmedida intensidad.

Ahora abre los ojos, ¿oliste el violeta de las lavandas? ¿caminaste sobre el viento? ¿te dejaste inundar por la leve brevedad de las amapolas, cual suspiro de esperanza o placer? Si todo esto ocurrió, habrás estado allí, no habrá sido una ilusión, ni un sueño.

Amor mío, esto es la vida. La vida es el sueño que eliges al cerrar los ojos.


(Soraya_GG)

jueves, 12 de febrero de 2009

Retrato de un ideal

Sólo era una foto. Sólo pero bastante. No tenía color, no cumplía lo que dictan sobre el enfoque los entendidos en la materia, pero no se podía mejorar. Bastaba. Bastaba para preguntarse por qué, para no comprender nada una vez comprendido lo suficiente, conocida la verdad, para gritar basta.

Se trataba de un retrato, el de la fuerza de un hombre débil, una fuerza que no es contenida por el cuerpo sino por el alma.

El alma entendida como aquello que es razón de una vida, que resume todo lo que nos hace sentir el movimiento (la posibilidad o necesidad de cambios), eso que nos aleja del hastío de la nada es lo único capaz de contener fuerza en lo que al ser humano se refiere, lo único que permanece de él, testigo de lucha, un sigo después, en este caso.

El cuerpo, por el contrario, es efímero y perturbable, incapaz de permanecer y de fuerza o consistencia limitada. Empieza y acaba. La causa de que el hombre entendiéndose este como ente, sea débil.

Sólo era una imagen, conteniendo sólo a un hombre, uno de esos que no teme enfrentarse a un imposible, a repetir una y otra vez lo que otros juzgan absurdo por un ideal posible. Pero esta imagen no mostraba un hombre solo, sino que aunaba su voz con la de otros, de nombres conocidos o acogidos por el anonimato, que también se atrevieron a soñar y creer que un mundo mejor era posible. Por esa razón, este retrato hoy no tiene nombre, porque mañana, al igual que ayer, ese ideal renacerá, incesante e incansable, dando vida a otros hombres débiles.

(Soraya_GG)

lunes, 2 de febrero de 2009

One way, wrong way


La media noche la había pasado hacía tres horas de distancia, y ahora, sentada en el pasillo de su casa, iluminada únicamente la estancia por el rojo que quema el tabaco contenido en un pitillo, pensaba, como si estuviera en un bar de carretera, sosteniendo uno de esos whiskies baratos que sirven en vasos sin fondo, que tenía muchas cosas en que pensar, pero sin hacerlo de ninguna de ellas…

Las carreteras son infinitas, los cruces de caminos inoportunos, como las dudas en los momentos importantes de la vida, en aquellos que exigen una decisión, elegir la dirección en que conduciremos, dando igual que pensemos que las señales de tráfico que sentencian “one way” deberían continuarse con otras dos palabras “wrong way”.

“Otro cigarro, esta noche acabaré por llenar mi vida de cenizas” pensó, “puta realidad, es mentira eso de que nosotros escribimos el guión”. Se acercó a la ventana, una calle estrecha mal iluminada se interponía entre ella y el bloque contiguo. Persianas bajadas y una farola que lucía seleccionando momentos eran el único atrezzo de su escena, tan ambicioso como la perspectiva con que miraba su futuro.

Quería música, necesita movimiento, aunque últimamente bailar sola se había convertido en una costumbre. Tardó unos segundos en encontrar aquella canción de ritmo tejano aunque letra no forastera en el reproductor de bolsillo, que por varias veces la susurró a sus oídos.

Un último trago fue necesario y suficiente para hacerlo, necesitaba sentir en su garganta el mismo fuego que hacía arder su presente. Cogió las llaves, se puso la chupa reservada para los días sin ganas de vestirse de chica y recorrió, sin saber si sería la última vez, un camino que conocía bien.

La puerta del portal estaba abierta y con mayor apremio que el tiempo, alcanzó la última parada de aquella noche. Tocó el timbre y la impaciencia le hizo golpear la puerta un par de veces. Esta se abrió.

“No hay palabras”, dijo. No pudo evitar apartar la mirada, sabía que de otra forma, aquellos ojos que ante ella buscaban una explicación le golpearían con una mirada tan intensa que acabaría por derrumbarla. “Dilo”, ese imperativo la dejó fuera de juego. “¿Qué quieres que diga?” fue lo único que consiguieron esbozar sus labios. Fue entonces cuando una mano comprensiva alcanzó la suya, un suave roce con sus dedos eligió el camino opuesto a la gravedad hasta alcanzar su mentón, animándola a levantar la cabeza, al encuentro de sus ojos. “Sólo tengo un puñado de sueños, que a ratos se quiebran en trizas, y un sentimiento muy fuerte que lleva tu nombre. No es mucho, pero también puedo ofrecerte abrazos infinitos y viajes a la luna cada noche. Además sé curar con besos las heridas y como compañera, mi lealtad no tiene límite”.

El recorrido de aquella noche lo anduvo tantas otras veces que es imposible enumerarlas. Desde entonces supo que sólo aquello que nos negamos, que no nos permitimos sentir o vivir es imposible.

(Soraya_GG)
("One way, wrong way" en lenguaje no forastero, como digo en el texto, equivale a "dirección única, dirección equivocada")






martes, 27 de enero de 2009

Pensando sólo en él



Camisa blanca de la sección de caballero,
ojales pares abrazando botones que no lo son,
braguitas negras, calcetines de algodón desgastados,
un lienzo esperando ser pintado
y un café americano en la mano que no sostiene la paleta.

Un viejo trapo, el que siempre recoge las lágrimas teñidas del pincel,
recuerda que los colores se mezclaron en un tiempo pasado;
pero ahora todo es más simple,
predominan los tonos suaves y las pinceladas leves,
evocando paisajes desde la distancia,
un impresionismo que poco impresiona ya.

Se aproxima a la ventana, como la primavera.
En el cristal se refleja el cuadro que decorará alguna pared,
que ocupará algún hueco que desconcierta y rompe la tranquilidad;
y así, abandonada su mirada en una realidad especular,
se pregunta si ese lienzo no estaría ya pintado,
si el destino, la vida o cómo se llame no estará ya trazado.

En su mente, Otto* arroja aviones de papel que no la alcanzan;
en su pecho, su corazón, lejos de amar, sufre de amargura;
y es que el mundo que soñó a su lado aún no ha empezado,
aún no ha conseguido inventarlo,
porque los colores intensos necesarios para pintarlo
sólo puede encontrarlos en él, en su mirada,
la única capaz de hilar correctamente los fragmentos
de ese mundo soñado pensando sólo en él.

(Soraya_GG)(se lo dedico a él, que aún no sabe que lo es)

*Otto, en la película “Los amantes del círculo polar”,
de Julio Medem, lanzaba aviones de papel en los que
podía leerse la frase de amor más bella jamás escrita.
Me gustaría escribir aquí una cita de la misma película
que, desde mi punto de vista, puede detener el tiempo,
“y nunca he tenido el corazón tan rojo”.

martes, 20 de enero de 2009

À propos de...




“A propósito de…”, sí, así deberían comenzar todos los discursos, todas nuestras acciones, todos nuestros recuerdos… la razón, por más que busco en mi vida, pues no me atrevo a hacerlo en la de los demás ya que la mía me basta para saberme perdido, ningún recuerdo hallo que no haga memorable su existencia.

Un segundo, por favor, déjenme explicarme, aunque no les pido que guarden silencio, el silencio no es más que una mirada embelesada dedicada a una pared en blanco a menos que sea compartido. Y los silencios compartidos hacen más ruido que los cañones, así que por favor, no guarden silencio.

Como les decía, y disculpen las interrupciones en mi discurso… cosas de la edad… sólo permanecen en mi mente aquellas imágenes y en mi corazón aquellos sentimientos que como cuadros pintados hace incontables años, llenan el finito pasillo de la galería que para estos ojos cansados es ahora mi vida.

Cada lienzo, cada pincelada gruesa -porque créanme que cuando aprendí a vivir, cargando ya más de medio siglo a mi espalda, todas las pinceladas derrochaban color, vehementes los trazos cual Van Gogh enloquecido, vivo- , es un porqué, una razón, un acto consecuente… “a propósito de…”

Porque nunca recordaría un atardecer tan rosado como el vino si no lo hubiera visto en su mirada, si no me hubiera emborrachado con sus risas y recuperado la cordura deseando que ese respirar, el de mi compañera y amada, se prolongara por más tiempo que el mío. Porque la primera vez que volé fue en una caja de cartón llevando de copiloto a mi hijo. Porque cuando más insignificante me sentí fue ante la inmensidad del mar, de un mar bravo como un toro, bajo un cielo encapotado amenazando tormenta.

Estas pocas imágenes, y el resto que completan mi pinacoteca personal, son los porqués a propósito de los cuáles he vivido y vivo.

Sí, son todos estos porqués los que hacen que esta cara llena de arrugas, dibuje constantemente una sonrisa. Y no asocien sonrisas y felicidad o las lágrimas con lo contrario, ya que de hacerlo el pastel quedaría con un gusto difuso. Sonrisas, lágrimas… son emociones y la tristeza, qué les puedo decir, muchos la habrán probado. La tristeza es sólo un estado emocional, transitoria como las tormentas, dolorosa como si te alcanzase un rayo, pero aún así, aún en la más fuerte de las tempestades, puede haber felicidad, porque ella es un estado del alma, y esto, señores, es constante. Podemos llorar por el compañero perdido -la mitad nuestra arrebatada- , perder la cordura tratando de entender cómo se altera el curso natural desgarrados por la muerte de un hijo, sentir desolación ante un bosque reducido a cenizas o un mar teñido de fuel… en definitiva, podemos abandonar el sentido empujados por la ira que genera la impotencia, pero al cerrar los ojos por siempre escucharemos su voz o sentiremos sus labios, les veremos hacer castillos en la arena, nos llenará de fuerza el golpe de cada ola contra el más vetusto de los acantilados…

Señores, les ruego un instante más, pues el final apremia. Si al cerrar los ojos sólo ven oscuridad, no habrán vivido.

(Soraya_GG)
(La música que acompaña es de Narciso Yepes, Romance Anónimo)